7.7.07

“ Taparitas de Miel ”


Tengo las “Taparitas de Miel”, dulces como los besos, compren sus “Taparitas de Miel”,… así rezaba un pregonero en el pueblo para vender su mercancía. De esta forma poética y como si de un juglar se tratara, muy cerca de la plaza del pueblo el vendedor de frutas ofrecía su producto, que no era otro que el delicioso “Mamón” manjar de estas tierras bañadas de sol y trópico, que se encuentra oculto en una cáscara verde que al cortarla a la mitad adopta la forma de una pequeña tapara que sirve de pedestal para su semilla redonda cubierta por una delgada capa de aterciopelada pulpa que evoca los sabores de la miel. De esta forma sencilla y maravillosa a la vez, es como yo quisiera que los medios pregonaran en cada rinconcito de esta Tierra de Gracia los atributos y los sabores de la cocina venezolana, grandiosa mezcla de razas, culturas y tradiciones; llena de color y contrastantes platos, repleta de los más variados aromas y reina de las sazones.

Quizá muchos se pregunten por qué hablo de divulgar y realzar las peculiaridades de nuestra cocina en cada lugar de mi país, como lo hacía el frutero para vender su mercancía; y es porque estoy convencido que los medios de comunicación deben sembrar en nosotros conciencia de país, debe generarse un proceso creativo que multiplique los esfuerzos de adentro hacia fuera de nuestras fronteras. Son los medios de comunicación los alfareros que moldean los gustos, crean sensaciones, establecen paradigmas, modelan las costumbres y cambian concepciones; son los artistas destinados a exaltar los valores de nuestra cocina en las mentes, los paladares y las mesas de cada hogar venezolano. Los medios tienen la difícil tarea de redimensionar nuestros pasos, creando conciencia e identidad nacional, que nos permita ver y sentir que nuestra cocina tiene todo lo que se necesita para ser imagen a imitar y seguir. Con su impulso, haremos que nuestro ají dulce se valore como el rey de la sazón, que se conozca en el mundo entero que el chocolate tiene origen venezolano, que la arepa sea tan apreciada como lo es el pan para los franceses, colocaremos a la multisapida hallaca en cualquier país del mundo como sinónimo de Navidad y familia, lograremos que nuestro bienmesabe sea un postre apreciado por el paladar más exigente, como lo hacemos ahora cuando degustamos una crema catalana o un soufflé de chocolate. Como decía un viejo eslogan, los medios de comunicación deben hacernos sentir que “lo nuestro es lo mejor”, tenemos que convencernos de ello para poder luego exportar nuestra cultura a través de nuestros sabores.

De seguro muchas veces nos hemos preguntado: Cómo los españoles han revolucionado, en menos de diez años, el concepto de la cocina; cómo Italia transfigura y realza su cocina para tratar de posicionarse dentro de la vanguardia culinaria mundial; cómo los franceses replantean sus gustos y evolucionan a pasos agigantados para competir con el boom español; cómo muy cerca, al sur del continente, Argentina y Chile exportan su talento culinario y sus productos al exterior; la respuesta es sólo una, gracias a los medios de comunicación. La cocina venezolana no escapa de este fenómeno de crecimiento y trasciende gracias al apoyo de la prensa, la radio, la televisión, y la Internet, por citar algunos; ahora nuestros cocineros se ven en toda América Latina, nuestro chocolate se vende en Japón y es la base para elaborar los bombones preferidos por la Reina de Inglaterra, nuestras frutas son el ingrediente predilecto en Europa para elaborar las más exquisitas mermeladas y confituras; todo ello se resume de forma simple en una frase que el cocinero Víctor Moreno menciona cuando cierra su programa de radio: “Que sabrosa es Venezuela” y que sabroso es contar con los medios de comunicación para difundir toda esa riqueza gastronómica.

Como lo mencioné en un principio, debemos hacer poesía con nuestra cocina, igual que lo hacía el vendedor de frutas y es que tenemos tanto de que enorgullecernos, que sólo necesitamos que los medios sigan abriendo sus ventanas para que podamos vivir la grata experiencia de ser la imagen de nuestro país a través de esta cocina creativa, de arraigo regional, maravillosamente rica en historia, fusión de culturas y expresión de evolución gustativa; propia del desarrollo de los pueblos y los más avezados paladares.

Sin embargo, no existe puntada sin dedal, así decían nuestras abuelas para expresar que no todo es bueno y lo mismo ocurre con la cocina venezolana; de allí que los medios de comunicación y sus intricadas vías de expresión deban trabajar como catalizadores de emociones, domesticadores de egos y depuradores de gustos en nuestros embajadores y embajadas culinarias (cocineros y restaurantes), evitando que pierdan las perspectivas de su arte y lleguen a pensar que están por encima de sus comensales. Los medios pueden contribuir con el crecimiento de la cocina venezolana con la crítica constructiva; el comentario agudo y preciso, siempre libres de las parcialidades propias de la amistad y los negocios; las referencias culinarias de otras tierras y la comprensión justa de las necesidades y requisitos de los comensales, harán que la cocina venezolana y sus intérpretes se desarrollen, haciendo salivar nuestras bocas y demostrando que nuestra cocina puede estar a la altura de cualquier otra de renombre mundial; pero insisto, primero debemos apreciarla nosotros como la mejor para poder venderla a los demás con humildad y sencillez.

Quiero concluir recordando una reflexión que escuche en una oportunidad del maestro Ferrán Adriá: “porque tengo que preparar un plato con una langosta congelada, cuando puedo trabajar con la sardina que está fresca” El mismo símil lo podemos traspolar a la cocina venezolana, porque tenemos que imitar los platos y las maneras de otras latitudes; cuando tenemos una gastronomía tan maravillosa y suculenta como la nuestra.

No es un sueño, sino una realidad que nos espera al cruzar la calle, con el trabajo de todos y el apoyo de los medios podemos hacer que nuestra riqueza culinaria inunde de sabor y sensaciones los platos de los que aquí vivimos y de todos aquellos que lejos de estas tierras quieran disfrutar la pasión en los fogones.