
Conocido por propios y
extraños, está ubicado en una zona populosa donde estacionar no es tarea fácil,
más sin embargo eso no es impedimento cuando a los lugares les preceden buenas
críticas y elogios. Lamentablemente el periplo no culminó allí sino que
continuó al entrar al Café, pues fuimos recibidos por una Sra. de avanzada edad
que pide ayuda a todo aquel que por aquella puerta pasaba, hablando de mala
manera a quienes le eran indiferentes y sin tan siquiera prodigar una sonrisa a
los que algo le daban. Prosiguió luego la espera por una mesa, sin que
existiera nadie que llevara un control de los que allí esperábamos
estoicamente, mientras en las mesas contiguas los que si habían conseguido sentarse
tenían que soportar nuestra humanidad muy cerca de sus platos… al fin apareció
la tan esperada mesa y muy diligentemente fuimos atendidos, nos entregaron la
carta: simpática, corta, alegre y muy razonable en sus precios. Rápidamente solicitamos las bebidas para
mitigar el calor y tuve el placer de disfrutar un maravilloso te verde con
menta con una rodajita de limón a modo de decoración; no sólo apagó mi sed sino
que me hizo pensar por un momento que era un sitio a repetir…

